Marcos Kappes y el precio de decir que no
En tiempos donde la política parece un reality show sin guion, Marcos Kappes eligió correrse del foco. Dijo que no. No al poder que convoca, pero no escucha. No a las estructuras que seducen, pero vacían. En este primer episodio, se revela una versión íntima de alguien que no quiere ser influencer, ni político de cartel, sino una persona que simplemente no olvida de dónde viene.
La charla arranca con una idea fuerte: el desencanto. Ese vacío que muchos jóvenes sienten cuando miran el mapa de su provincia —Santa Fe— y descubren que la aman, pero también los duele. Marcos lo dice sin slogans. No milita partidos, pero sí ideas. No cree en discursos vacíos, pero sí en las personas que hacen desde abajo. Por eso camina, escucha, pregunta.
Hablamos también de fe. De la espiritualidad que aparece cuando ya no quedan certezas. De esa frase de Dante Gebel que dice que nadie es completamente ateo frente a la muerte. Y aunque Marcos no se define, deja claro que cree. Tal vez en algo, tal vez en el otro. Y eso, en esta época, es decir muchísimo.
Este episodio no vende esperanza enlatada. Pero sí deja una certeza: todavía hay quienes no se resignan. Que en vez de gritar verdades, se animan a compartir dudas. Que no necesitan encajar, pero sí conectar. Y que creen, incluso en medio del desencanto, que vale la pena seguir.